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MIS OBSESIONES

Los chicos del manga

Reconozco que nunca me ha gustado el manga. Me dejan indiferente esos tochos que se leen en diez minutos, llenos de líneas cinéticas y con una alarmante carencia de diálogos que no sean gritos u onomatopeyas. Lo mismo digo del dibujo: me repele ese estilo japonés tan uniforme, que parece hecho con plantillas, y donde las caras con aspecto de estreñimiento apenas varían. He intentado acercarme al manga considerado de calidat, pero pienso lo mismo: me aburro. No me llena.


¿Frodo Bolsón? No. Es uno de esos freaks disfrazado de personaje manga.

Todo esto podría quedar en el subjetivo ámbito de los gustos, respetable desde cualquier punto de vista. Pero mis pensamientos sobre el manga suelen ir más allá, a causa de una circunstancia muy concreta: cuando estoy en el centro de Barcelona, si tengo mucha prisa, lo más normal es que acabe yendo al Fnac a comprar cómics, porque es el lugar más céntrico y cercano a la estación de trenes. Y en el momento en que me aproximo a la sección de tebeos empieza mi irritación.

La sección está montada de la siguiente manera: el manga ocupa una pared completa, con los tebeos perfectamente ordenados y visibles, y con la constante amenaza de invadir la otra parte de la pared (ocupada por los tebeos de superhéroes). Justo enfrente está el espacio dedicado al cómic que me gusta a mí (el europeo o el americano no comercial), y que viene a ser una antítesis de lo que tiene delante: los cómics desordenados, puestos de cualquier manera y frecuentemente arrugados o con manchas. Encontrar lo que se está buscando puede ser a veces una auténtica labor de arqueología.


¡Pero qué es esto! ¿A esas edades, y disfrazado de Son Goku?

Sin embargo, aquí no acaba todo. Acudir con frecuencia a esta sección implica observar a los clientes que suelen poblarla. Y obviamente, casi todos van hacia la zona manga. Hay un prototipo característico de aficionado al manga, aunque con esto no quiero decir, ni mucho menos, que todos sean así, y conozco casos de lo contrario. Pero el 80% de los que compran manga en el Fnac son de esta manera: hay una gran mayoría de chicas, adolescentes o postadolescentes, con tendencia al sobrepeso o bien al acné agresivo -o una mezcla de las dos cosas- y en general, poco agraciadas. Van vestidas con ropas anchas y, característica esencial, cargan casi siempre a sus espaldas una enorme mochila en la que, supongo, guardan sus adquisiciones. Y los chicos, pese a ser menos, comparten algunos de estos rasgos: intensidad hormonal elevada (comprobable en el estado de su piel), gomina natural en el cabello y también, cómo no, la mochila de marras, aunque suele ser más pequeña que en el caso de las chicas. La simbiosis perfecta es la pareja freak que conversa entre sí para saber qué acabarán comprando.


No, no es la tercera guardiana del baptisterio. Es otra fan del manga.

Me resultan especialmente irritantes cuando estoy intentando encontrar algo. Porque dado que el manga está justo en la pared frente a la que debo colocarme yo, y que el pasillo entre los dos espacios es muy estrecho, muchas veces me encuentro a este tipo de individuos bloqueándome el paso con sus incongruentes mochilas, o sentados en el suelo leyendo alguno de sus engendros, cuando no ya directamente apoyados en los estantes de los tebeos que me gustan ("qué más da, si esto no lo mira nadie").


Ni ella ha soportado las pintas que lleva.

Creo que hay muchos motivos por los que el manga ha tenido éxito entre estos friquis. Se trata de una lectura fácil -no hay demasiado que leer-, llena de dibujos amables y cargada de ingenuidad soterrada. Es la combinación perfecta: violencia, sexo e infancia, o lo que es lo mismo: escapismo barato y pajillero, vulgar comilona para quienes se sienten especiales. Un mundo que los acoge de una manera tan perfecta sólo puede llevar a enamorarse de él. Y de ahí las convenciones manga, en las que estos freaks suelen aparecer disfrazados de sus personajes favoritos, obviando muchas veces cualquier tipo de sentido del ridículo o de la estética. A este respecto, recomiendo el excelente artículo de Viruete, en el que el autor demuestra su extraordinaria habilidad para, sin ofender a nadie, retratar en su justa medida el componente grotesco y bizarro de esta clase de acontecimientos.

5 comentarios

Hatsue -

Alucino. Claro que hay mangas superficiales, pero claro,e so es lo que pasa cuando lees mangas que en su original están dedicados a chicos y chicas de 10 a 13 años. Tb abunda la típica serie de chicas pavas o siliconadas a más no poder. Pero cómo sabes que todo es así? Suehiro? Has leído ai yazawa, o clamp o naoki Urasawa? Manga es un genérico para todo tipo de comic japonés, no m seas tópico por favor. Ah, yo tb leo algo de comic europeo, por si el comentario revaloriza mi opinión.

M. Glasshead -

Sorry! El "anónimo" de antes era yo, obviamente.

Anónimo -

Las pocas veces que me he acercado al manga "de calidat" no me ha gustado. He leído casi todo de Suehiro Mahuro, y no me parece más que un efectista sin nada más allá de escenas pretendidamente "radicales". He leído bastantes más (prestados por gente que intentaba convencerme de las bondades del estilo), pero desgraciadamente tengo poca capacidad de retención para esos nombres tan extraños. Ninguno me ha sorprendido demasiado y en todos he visto esa rigidez tanto de estilo como de fondo, y esos modos que me resultan demasiado extraños a mis hábitos culturales, y que no me atraen lo más mínimo.

Por otro lado... claro que hay muchos friquis en otros ámbitos, desde luego! Lo que pasa es que me apetecía hablar sobre estos, los encuentro muy peculiares.

Gracias por tus comentarios, espero verte a menudo por aquí

JQ -

Ah, y el componente friki es también patente en otros ámbitos como el de los comics de superheroes, fans de Star Wars o SdA, etc., no lo olvidemos.

JQ -

Sin querer ofender, creo que tu visión del manga es puramente superficial. Dices que has intentado acercarte al manga "de calidad", pero no citas obras en ningún momento. Creo que, como el resto de panoramas de cómic, el manga tiene cosa que ofrecer a todo tipo de lectores, no sólo a los adolescentes.