Cambio de dirección
He decidido cambiar de servidor. La nueva dirección de Mis obsesiones es ésta:
http://mrglasshead.blogspot.com
¡Con un nuevo artículo ya esperando! (¡oh, emoción!)
He decidido cambiar de servidor. La nueva dirección de Mis obsesiones es ésta:
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¡Con un nuevo artículo ya esperando! (¡oh, emoción!)
El dramaturgo alcanza la cúspide cuando tras sus espectaculares gafas, acurrucado en la silla y después de ordenar callar a todo el mundo porque Dios está a punto de hablar por su boca, dice lo siguiente:
Obviamente, meterse con abuelos no está bien y demuestra una falta de educación alarmante. Pero yo no veo a este tipo como un macarra sin escrúpulos, sino más bien como un chaval esmirriado y asustadizo cuya idiotez le lleva a una cadena de errores fatales. Por una parte, el abuelo tiene toda la pinta de ser una de esas irritantes personas que pasan el día reconviniendo a los demás su mala conducta. Esto no es criticable, desde luego, y precisamente esta clase de ancianos es la que abunda en los transportes públicos. Y por otra, la burla del protagonista es demasiado light, no denota en absoluto un gamberrismo avanzado, sino más bien una patética actitud de listillo no demasiado convencido de su papel. De hecho, la burla en realidad consiste en hablarle al abuelo en inglés. El heroico abuelo no puede permitirlo, y menos aún si percibe que la constitución física de su contrincante no es para echar cohetes precisamente, así que lo agarra del cuello y logra dominarlo con una facilidad pasmosa. La cara de susto del macarra de baratillo no tiene precio. No parece muy despierto, pero considero que la vergüenza que pasa en el metro ya es suficiente precio por sus tonterías. A mí me parece una escena triste, muy cutre, pero ni mucho menos me genera indignación.
Creo que es mucho peor lo que sucede en el siguiente vídeo, obra de unos creativos chavales de Reus. Todo el vídeo es una sucesión de gamberradas tan atrevidas como robar un niño Jesús en un nacimiento de un centro comercial (eso sí, con bastante acojone de por medio, aunque no hay casi nadie) o como echar lapos en una secadora de manos vuelta hacia arriba. Pero al final llega la parte que sí me despierta una profunda repugnancia. La estrella es ese prototipo de oligofrénico con varios kilos de más, al que se le mete en la cabeza que unas personas que están tranquilamente tomando una copa se han reído de él (el autor del vídeo lo ha retirado de Youtube, quizá alarmado por el cariz de los comentarios. En cuanto sea posible vuelvo a ponerlo):
El apreciado lector de este blog Rutenman, autor de Diario Mamotreto, uno de los blogs más interesantes que leo últimamente, me ha puesto en la pista del vídeo que pongo a continuación. Pero como sospecho que tarde o temprano acabará desapareciendo de Youtube, pongo también el enlace de E-mule para que podáis descargarlo y disfrutarlo.
Sin embargo, está claro que bajo todo esto hay un trasfondo, no demasiado difícil de imaginar, por otro lado. Y es que ahí entra en juego el término pagafantas, que yo desconocía hasta hoy mismo. Al parecer, en una primera y fugaz difusión del vídeo se incluía este texto:
"El pagafantismo es una lacra en nuestra sociedad. Un pagafantas es un ser el cual piensa que vive en el medievo, y cual juglar o trovador, todos de ciudad, debe engatusar a las mujeres a través de inocuos piropos y paternales gestos. Suelen ser sacos de sparring por parte de dichas féminas, las cuales los utilizan de colchón a la hora de explicarle absolutamente todos sus problemas, delante de un café o de una fanta."
Porque ésta es la idea que se manifiesta todo el rato mientras se ve el vídeo, mientras controlamos nuestras ganas de pegarle un puñetazo al teclado. Alberto con toda seguridad es amigo íntimo de la chica en cuestión, desde hace mucho tiempo, y entre ellos ha existido algo así como una relación platónica, lo que básicamente quiere decir que él está enamorado de ella y que ella en cambio lo ve como alguien inofensivo con quien desahogarse y buscar apoyo emocional. Probablemente Alberto seguiría así durante años, incapaz de vencer su cobardía y de declararse de una vez, cómodo en esa amable situación de "amistad" en la que progresivamente ha ido idealizando a su objeto de deseo, paciente, a la espera de que algún día las cosas cambien y ella se dé cuenta de que siente algo por quien siempre ha estado a su lado. No obstante, el destino pone a Alberto en una situación que cambia drásticamente las cosas aunque sea de manera momentánea. Ella ha bebido, necesita sexo a toda costa -ha roto con su novio hace poco-, y por una vez en su vida que casi con toda seguridad no volverá a repetirse, desde los efluvios etílicos considera a Alberto como objeto sexual que puede saciarla. Y él se mantiene en su línea. Es decir, no se atreve a hacer nada.
Alberto habrá pensado infinitas veces en aquel suceso. Y se justificará a sí mismo pensando que sus sentimientos hacia ella son muy puros y que su mejor amiga no merece un polvo estando borracha. Pero sus movimientos de cámara, enfocándole el culo, las tetas, absolutamente todo, no engañan.
El vídeo ha generado una indignación bastante compartida por todos los blogs y foros de Internet en los que se ha popularizado. Alberto es ya una especie de personaje mediático y, aunque su caso es bastante extremo, el nerviosismo y mal humor que genera el vídeo tiene su base en que todos hemos sido a veces unos pagafantas, y tener delante de nosotros una escena de pagafantismo de tal obscenidad y vergüenza ajena nos hace al mismo tiempo sentirnos partícipes, explota ese rincón de nuestra mente del que también nos avergonzamos. Por cierto, y dejando a un lado la psicología barata, los comentarios de los foros y de los blogs son una excelente muestra de cómo se agudiza el ingenio de la gente cuando se trata de ridiculizar a alguien. Éstas son algunas de las cosas que se han dicho de Alberto:
"ESTOY DE ACUERDO, EN QUE EL TÉRMINO CALIENTAPOLLAS ES MAS AFÍN A LA TIPA ESTA, Y EL TÉRMINO PARDILLO, ES MAS AFÍN AL NOTA ESTE..."
"que desperdicio de persona la verdad"
" friki raro gay absurdo"
"Para matarlo..."
"Me he quedado deprimio después de ver este vídeo. Lo más fuerte de este vídeo es cuando la tía dice "este es mi conejo" y el está más pendiente del chupito que de su conejo. Necesito unas vacaciones."
" ese chaval es el mas tonto del mundo. Eres el peor tio, das verguenza como español, largate del pais..."
"Como puede haber tios asi? Como reprime las ganas de follarsela en plan salvaje? No se si considerarle 1 puto genio x aguantar tan estoicamente las ganas o 1 absoluto imbecil que ha mancillado el honor del sexo masculino... DEFINITIVAMENTE, LO SEGUNDO."
"anda q maxo otra vez el video este aki otra vez a ver al mariposon retrasao este sin follarse mandahuevos"
"yo me la petaba a lo bestia, le hacia de todo y al pagafantas ese... habia que partirle la cara por no tirarsela"
"espero q sela follase porque joder...como puedes decir hacemos una foto, si la tienes desnuda coño!"
"Vaya gata.... y vaya SAPO DEFICIENTE"
Agresividad, escarnio, vergüenza ajena, todo en unos comentarios que no tienen desperdicio y que son el más fiel reflejo del sentir generalizado hacia el vídeo, la más viva prueba de su honda repercusión y de su condición de clásico contemporáneo. Un pedazo de realidad intenso, un documento que expone con una crudeza que casi duele algunos de los resortes más profundos de la conducta humana. Una obra maestra del género documental salida de la nada, sin pretensiones de serlo, y que se ha convertido desde ya en un mito de la emergente cultura de la Red.
Bueno, mientras llega otro post que no tardaré casi nada en poner aquí, y si os interesa el pop en general, os invito a que le echéis un vistazo si os apetece al post que he escrito en un blog que escribo sobre música, sobre las 100 mejores canciones del pop:
Las 100 mejores canciones del pop
Espero que os guste.
"Es muy buen chico", es otra verdad de consenso sobre él. Todo el mundo querría ser su amigo, o al menos caerle bien. Porque no hay nadie al que no le resulte simpático. Quizá una de las causas de esta simpatía sea su forzado acento malagueño, aunque nació en Cataluña y ha vivido aquí toda su vida (esto parece costumbre entre muchos jóvenes de mi pueblo). O sobre todo, esa modestia casi proverbial, ese no creerse nada ni mirar a los demás por encima del hombro. Posiblemente también sea un rasgo de su personalidad al que se ha llegado por consenso. Porque parece muy claro que se siente muy a gusto en su estatus de enrollado. No ha nacido para ser secundario, sino para protagonizarlo todo. Es el héroe, joven, guapo, un moderno Don Juan. Una vez me dijo en un pub: "En serio, Glasshead, yo hasta ahora he conseguido a cualquier tía que me he propuesto. Mira, tengo mi móvil lleno de números que podría usar si quisiera follar ahora mismo".
Pero se encontró con Rosa, una chica varios años mayor que él, y que no lo veía tan guapo, ni tan enrollado. De hecho, no quería saber nada de él, al menos al principio. Luego parecía que sí, pero José se mantenía cauto, no quería que nadie lo supiera, sólo los más íntimos. Sin embargo, en realidad lo sabía todo el pueblo, es más, juraría que él quería que lo supiera todo el mundo, pero de esa forma conseguía mantener su "magnetismo", su "dar de qué hablar", su "protagonismo". Hace poco el noviazgo se hizo oficial, o eso dijo alguien. Y la otra noche se me ocurrió decirle: "José, me han contado por ahí que estás enamorado". Respondió: "No". Y se giró. Todo héroe debe mantener siempre su halo de misterio.
Luego reflexioné, y me di cuenta de que José Rodríguez actuó como le correspondía. Un pueblo debe tener siempre sus héroes, sus ejemplos para seguir, sus ídolos, y no está bien ir diciendo que a uno le gustan esas cosas, aunque lo sepan todos. A la gente no le importa, él sigue siendo un tipo sincero, buen amigo, simpático, ligón y humilde, las chicas caen rendidas en sus brazos ante todos estos valores tan nobles y arrebatadores. Se ha convertido en una de esas joyas sin las cuales el pueblo se hundiría en su propio fango de mediocridad.
A veces me lo encontraba y me hablaba de su trabajo en un centro de tratamiento de la drogadicción. O veía los regalos que les hacía a sus amigos, regalos que eran algo más que un objeto, eran espiritualidad en estado puro: recopilatorios de música étnica con diseños hechos por él mismo, con recortes de ideas, reflexiones y pensamientos profundos, dignos de figurar en cualquier libro de Paulo Coelho o Susanna Tamaro. Dardos certeros dirigidos al alma, recortes de fotos de noches estrelladas y de trigales mecidos por el viento, palabras pulcramente caligrafiadas, trozos de cuerda y de telas y botones pegados. Cuando te hablaba, él era un mero soporte de las energías de la naturaleza, que llegaban a tus oídos en forma de enseñanzas misteriosas y eternas.
Un día visitó una página web en la que escribí hace años, y no le gustó nada. A mí, más dado a las banalidades y ciego a la senda del espíritu, me había dado por escribir un artículo sobre un hecho básicamente trivial. Una vez quedé con una chica y todo fue bien hasta que en el coche en el que íbamos montados -y que conducía el chico mesías- empezó a propagarse un inequívoco aroma a pedo. Yo no fui, pero en ese momento la chica se calló y no pronunció palabra en el resto de la noche. En el artículo simplemente llegaba a la conclusión de que quizá había sido ella y se sentía avergonzada. Tras leerlo, el chico mesías vino directo a mi casa y declamó un sólido discurso sobre el respeto a los demás, sobre mi dudosa moralidad y ética, sobre lo vomitiva que en líneas generales era mi página. Me exigió que directamente eliminase el artículo.
Borré el artículo de la chica del pedo y se fue a casa la mar de contento. El mesías me había revelado la verdad. Imposible no dejarse convencer por las palabras del chico que llora cada vez que pisa una hormiga. Actualmente vive en una casa en el campo y trabaja en una asociación de chicos subnormales. Su bondad, su comprensión y su tolerancia no tienen límites. Por eso he escrito este artículo dedicado a él, recordando su ejemplar figura, agradeciendo a la caótica vida que de vez en cuando aparezcan seres de este tipo que desde su estremecedora sensibilidad, nos enseñan los caminos del corazón.
El viernes por la noche se hace extraño cuando un amigo te dice que ha quedado con un tipo que ha conocido en el chat del móvil. Te dice que será divertido. Y mientras tratas de encontrarle la diversión al asunto, estás sentado con tus dos amigos en un bar de copas, imaginando a la persona que en un momento cruzará la puerta. Tiene treinta y cuatro años y su mejor recurso un fin de semana es salir con alguien que ni siquiera conoce personalmente. Lo único que falta comprobar es el nivel de degradación humana que alcanzará.
Entra bastante tarde. Respiro porque, a primera vista, parece un tipo bastante normal. Alto, peinado con raya al lado y abundancia de gomina. Gestos tranquilos, charla reposada y un vestuario corriente me llevan a pensar que quizá me he equivocado en mis suposiciones. Entonces empieza a hablar.
Lo malo de las chicas del chat es que no valen nada. Hay demasiada incultura y falta de educación. Algunas están siempre ahí conectadas. Tienen muchos problemas y a veces te metes en un lío.
Aquel tipo en el momento de entrar en el bar donde estábamos.
Poco a poco desgrana su discurso.
Yo he estudiado económicas. Tengo dos trabajos. Uno de ellos es de inversor. Trabajo para Rumasa, que ahora mismo está comprando todo tipo de negocios.
Según creo, Rumasa desapareció hace años. Sin embargo, él está en su salsa y ya no puede parar. Se dirige a mi amigo, propietario de una pequeña cava, y le habla lentamente, con tono oculto y misterioso.
Ahora mismo estamos buscando comprar una cava. Pero tiene que ser algo de mucho peso. Si lo sabes, cuéntamelo. Pero no se lo digas a nadie. Estamos hablando de mucho dinero y es algo muy secreto.
En mi pueblo hay registradas doscientas cincuenta y cinco cavas. De ellas, sólo dos pueden considerarse de mucho peso. El tipo está hablando de comprar una como quien compra una manzana en un supermercado.
Pero continúa ofreciéndonos lo mejor de sí mismo.
Tengo el título de Caballero de la Corona de Aragón. Te lo dan cuando haces algo importante, como por ejemplo vender un castillo o cosas así. Yo conseguí ser el intermediario de una operación de venta de un castillo, por parte de una mujer que lo había recibido de herencia. Ese título me sirve para no tener problemas con ningún guardia civil de España y además para acceder a cualquier ministro o cargo de poder cuando me sea necesario.
Esto último me ha hecho gracia, así que decido darle una oportunidad.
Has dicho que tenías dos trabajos. ¿Cuál es el otro?
Y él me responde clavando en mis ojos una mirada solemne, mientras exhala lentamente una densa nube de humo de su cigarrillo:
El otro no puedo decirte cuál es.
No vuelvo a dirigirle la palabra en toda la noche.
Nos vamos. El tipo no sólo no hace ademán de invitar a las copas, sino que ni siquiera paga la suya. Entramos en una discoteca. Una vez allí, le digo a uno de mis amigos:
Ese tío me parece un auténtico gilipollas.
¿Ah sí? Pues le canta el alerón que no veas.
Horas después, cuando volvemos a casa, mi amigo, el propietario de la modesta cava, me dice:
¿Has visto? Siempre va bien conocer a gente nueva. He invitado a ese tío a visitar mi cava. Está bien tener conexiones con gente tan importante.
Ya hace unos años que la popularidad de Mercedes Milà va en aumento, sin duda básicamente por ser la presentadora habitual de Gran Hermano y de esa especie de seudodocumentales de denuncia que son Diario de. Vende una imagen de periodista comprometida, muy personal y casi independiente, centrada en mejorar el mundo por señalar sus deficiencias y luchar abiertamente contra ellas.
Cómo ir de progresista para ganarse la vida en televisión.
A veces, Mercedes Milà sobreactúa obscenamente su papel y acaba convirtiéndose en poco menos que en una caricatura, en una exageración ridícula, signo de la hipocresía moral que reina actualmente en los medios: no importa ser honesto, sino parecerlo. Es la más viva imagen de la dictadura de lo políticamente correcto. Juega un papel perverso por lo que comunica: la estrechez de mente más absoluta, la intolerancia radical que encima cuenta con una supuesta coartada moral. Muchas veces, alguna de sus entrevistas de Diario de es un puro atentado contra la inteligencia, un espectáculo bochornoso en el que Milà se erige en defensora de los valores más nobles e incorruptibles. Aún recuerdo un momento memorable del programa Diario de sobre el neofascismo en España, en el que Milà pregunta al periodista Eduardo Haro Tecglen sobre un presunto pasado fascista. El motivo es que fue el encargado de narrar una crónica de la inauguración de un pantano por Franco, ni más ni menos que en el año 44, y al hablar del dictador utilizó la expresión "egregio caudillo" (como si hubiera otra manera de referirse a él en los medios de la época sin ser sospechoso de conjurar contra España). Aquí transcribo más o menos la entrevista:
-¿Cómo pudiste escribir eso, Eduardo? Me parece horrible.
-Bueno, sencillamente me lo encargaron. No tuve más remedio que hacerlo.
-¿Pero cómo pudiste expresar algo que iba tan en contra de tu pensamiento?
-Porque tenía que sobrevivir.
-¿Y tú crees que se puede deformar tanto tu propio pensamiento para poder comer?
-Sí, para poder comer, pero ojo, también para seguir vivo.
-¿Y por qué no te fuiste de España?
-¿Y cómo me iba? ¿Y adónde? ¿Me ponía a caminar por la carretera para ver dónde llegaba? Mercedes, si me quieres condenar por eso, no puedo hacer nada.
Me parece que sobra cualquier comentario. La "denuncia" de Milà llega a unos niveles de chabacanismo y falta de profundidad y profesionalidad tan amplios, que caen por su propio peso y producen vergüenza ajena. Su maniqueísmo, la división entre bueno y malo y la ausencia de todo tipo de capacidad crítica -parece que su sistema de valores se establece por dogmas- alcanza en Diario de cotas surrealistas. Alcaldes de diversa calaña y personajes varios se ven obligados a charlar con una Milà que es de todo menos imparcial y a la que sólo le interesa ofrecer su visión panfletaria y condicionada. Para la posteridad son sus exabruptos -con muy mala educación, por cierto- ante ministros que no controlan del todo bien la elaboración del tabaco o que construyen hoteles en la playa. Su supuesto periodismo es, en realidad, un medio para construir su personaje a base de exageraciones y campañas antialgo, una manera de perpetuarse en programas de televisión teniendo encima prestigio de comprometida. No comprendo cómo los altos cargos administrativos siguen cayendo en la trampa de concederle una entrevista y contribuir así al éxito de su personaje. Yo me negaría en redondo a hablar con alguien que no quiere respuestas, sino simplemente hacer su papel. Para ella, el entrevistado es lo de menos.
Ya no me meteré en valorar la dudosa catadura moral de quien se adhiere a todas las causas nobles y después presenta un programa tan valioso culturalmente hablando y que tanto aporta a la sociedad como Gran Hermano. Ni el histrionismo, falta de respeto y mala educación a raudales de los que hace gala a discreción con tal de actuar de sí misma. Lo único que haré es recordar un instante glorioso, hace años, en el programa Queremos saber. Francisco Umbral puso en un aprieto a Milà porque no estuvo dispuesto a seguirle el juego, como ahora mismo hace todo el mundo.
No veo demasiado la televisión. Cada vez que lo hago, entre máquinas de la verdad, presentadores homosexuales de programas del corazón y confesiones dolorosas a media tarde me siento un completo extraño en el mundo que me ha tocado vivir. Sin embargo, últimamente dos personajes han conseguido llamar mi atención. A priori, los dos, por actitudes, pretenden ser diferentes. Lo cual ya es algo que hay que tener en cuenta, visto el panorama.
El primero del que hablaré es Dani Rubio, concursante de la última edición de Gran Hermano. Se considera a sí mismo un transgresor, como dijo en la entrevista que le hizo la cada vez más infumable Mercedes Milà. El fundamento de sus salidas de tono -que básicamente son comentarios homófobos, racistas, machistas o sexuales-, aquello que él intenta que le legitime, es una supuesta cultura que trata de demostrar constantemente mediante el empleo que hace del lenguaje. Un empleo que por amanerado y pedante igual cuela entre los infraseres a los que van dirigidos mayormente la televisión, y que en realidad es simplemente un discurso confuso, de mucho barniz barato, como el de un estudiante de primer año de filología que quiere que se le note, al que se le ve el plumero en cuanto repite por quinta vez en un minuto palabras como "evidenciar". Un lenguaje más pretencioso que culto, más aburrido que interesante, más ridículo que admirable.
Y de todos modos no habla con soltura y en las entrevistas que le he visto hasta el momento, parece absolutamente incapaz de responder con concisión y fluidez a las preguntas estúpidas que le hacen los "periodistas" de Salsa Rosa, por ejemplo, lo cual tampoco sería muy difícil. Por el contrario, su voz nasal y poco clara se pierde en frases incoherentes y redundantes que pocas veces terminan antes de que le pregunten otra cosa. Por este motivo, le auguro muy poco futuro en la televisión. Y no por su papel, que tampoco es nada del otro jueves. El contenido de su discurso es francamente patético por su poca sustancia. Si ser transgresor es decir que los homosexuales son seres inferiores, mis amigos del bar dicen lo mismo y de una manera mucho más directa y precisa.
Pero dejemos ya al adoquín anterior, que sospecho que acabo de escribir el mayor número de líneas que le dedicarán jamás, para centrarnos en un personaje mucho más interesante: Risto Mejide, el flamante nuevo miembro del jurado de ese programa musical (por llamarlo de algún modo) que es Operación Triunfo. Su aspecto llama la atención a primera vista: es como una especie de Santiago Segura con algo más de pelo y muchos menos quilos, siempre tocado con unas gafas de sol y una chaqueta de motorista. Si hasta ahora los jurados eran personas en el mejor de los casos mediocres, que nunca tenían nada interesante que decir y cuya única trascendencia de sus comentarios era saber si el cantante estaba nominado o no, con su llegada el programa ha dado un giro radical.
Pero hija mía, ¿dónde vas con esa cara de mendrugo?
Risto es, dentro de los límites posibles, auténtica subversión. No se salva nadie, ni siquiera esa mafia de sudamericanos en la que se ha convertido la "academia". Trata a los concursantes como lo que son, directamente productos, y les recuerda una y otra vez lo lejos que están de ser artistas. Sus palabras no dejan lugar a la duda. Se ha acabado el buenrollismo y las palmaditas en la espalda, lo verdaderamente gratificante es ver a un tipo echándole las vergüenzas en cara a unos incultos que no tienen ni idea de música pero que sin embargo quieren servirse de ella para ser famosos. Sólo veo las partes de las nominaciones y lo que me molesta es que Risto no se encargue de todos los veredictos, considero lo demás innecesario.
Parece como una especie de reforma dentro del pelelismo que ha sido habitual en el programa a lo largo de los años. Él insiste en la importancia de que la música sea en directo, también los instrumentos, de cara a una mayor autenticidad. Esto no parece demasiado, pero en comparación con los años anteriores ya es mucho. ¿Veremos alguna vez concursando a grupos de rock? Por el momento, me conformo con contemplar a esos gañanes tragándose cada lunes su dignidad y evidenciando (dicho sea este verbo en honor a Dani Rubio) su condición de marionetas entregadas al juego de la televisión.
Me parece necesaria una pequeña explicación. He estado mucho sin escribir y sin leer blogs precisamente por carecer de tiempo para hacerlo. A veces pensaba en cerrar el blog para librarme de esas especie de remordimiento que sentía por haberlo dejado abandonado, pero mantenía la esperanza de retomarlo algún día.
Últimamente determinadas circunstancias personales están cambiando y me veo con mucho más tiempo y muchas ganas para reemprender el trabajo en este blog. Así que ahí voy. Intentaré escibir como mínimo dos posts por semana.
Un saludo a todos y muy encantado de que estéis leyendo esto otra vez.
Dado que no escribo por aquí demasiado últimamente, y que cada vez que lo hago tengo que disculparme por lo mucho que he tardado en actualizar, he decidido abrir un paréntesis. Por el momento, muchas gracias a todos los que soléis entrar por aquí. Ahora escribiré de vez en cuando en otro blog en el que participo junto a Kaleidoscope Girl, Darth Pomada y el Coronel Kilgore:
¡Un saludo, espero veros allí!
Saludos y disculpas. Más que por no actualizar mi blog, por no haber sido capaz de seguir los que leo habitualmente, lo cual además me fastidia bastante. De hecho, he pensado en ello estas semanas. Lo que me gusta de los blogs es que representan una cultura viva, renovada. Tenemos nuestros blogs favoritos y los visitamos siempre en un determinado orden, en cierto momento del día; más o menos se trata de algo semejante a disponer de una revista que está conformada exclusivamente con nuestro contenido favorito. Acabará de ser perfecto el día que nos habituemos a disponer de un periférico portátil, cómodo y permanentemente conectado a Internet, desde el que podamos leer nuestros blogs preferidos en los momentos muertos del día, aunque no estemos en casa. Quizá sea el fin de las revistas tal y como las conocemos ahora.
Bueno, después de esta perorata en la que ha quedado de manifiesto mi sorprendente visión de futuro y todas esas cosas, prosigo con una cadena que me pasó Aura desde su fantástico blog. Consiste en mencionar cinco manías. Aquí van las mías:
1- Me suelen caer bien los tipos feos. De alguna manera, intuyo que son personas interesantes, con un mundo propio, francas, sin ningún tipo de pose. Con las chicas feas me pasa al revés, habitualmente me deprimen. Claro que el concepto de belleza es algo demasiado subjetivo.
2- Me afecta mucho contemplar el desamparo y la indefensión. Es algo que me supera y me duele de una manera profunda, me deja huella. Me pasa especialmente en el caso de los animales, quizá porque los veo más inocentes y desprotegidos. Me pone muy malo ver a un animal sufriendo.
3- Me irrita tener prisa y que alguien me bloquee por delante la acera, ya sea porque camina muy lento o dando bandazos, o porque se trata de varias personas y se ponen en línea. Y al mismo tiempo, me da mucha rabia el pelmazo que tiene prisa y que se ve venir desde detrás, pero curiosamente en ese momento por cualquier motivo no es posible apartarse. Me molesta mucho la gente que trata de transmitir a todo el mundo su ansiedad por no llegar a tiempo (sobre todo un caso: estar bajando las escaleras mecánicas de la estación y escuchar desde detrás al tipo que baja ruidosamente, empujando y pidiendo que todo ser viviente se aparte para que él pueda coger su tren).
4- Normalmente asocio cada momento significativo de mi vida, para bien o para mal, a una canción en concreto. Después, volverla a escuchar me implica sumergirme en una explosión de sensaciones pasadas y vividas como si estuviera en ese mismo instante. Me encanta la música y me encanta la manera en la que se amolda a mi vida.
5- Soy un hipocondríaco y pienso lo peor ante cualquier dolor, sea de la naturaleza que sea. Mi médico de cabecera solía recibirme con una sonrisa irónica, y a medida que avanzaba la visita se iba enfadando progresivamente ante mis dudas y desconfianzas. Me cuesta mucho salir de esa percepción distorsionada de mi salud y cada vez que se me mete algo en la cabeza me informo, relaciono indudablemente síntomas con lo que me pasa y me pongo nervioso hasta que llega la visita. Me afecta desde dos puntos de vista: el estrés del momento que me supone y la amarga sensación de pensar que estoy letalmente enfermo.
Y ya está. No me atrevo a pasarle a nadie la cadena, porque como hace mucho que no leo blogs quizá lo hago a gente que ya lo ha hecho. En fin, me espera un largo trabajo de lectura que sin embargo será todo un placer. En cuanto a las actualizaciones, espero organizar aquí en breve el Primer Concurso Mis Obsesiones. Seguro que Patch podría acertar de qué irá, a tenor de esos guiños que de vez en cuando me dedica en su blog.
Gran Hermano había ido decayendo con el paso de los años. Superada la novedad de la primera edición, los concursantes iban con la lección aprendida y empezaron a dividirse en dos grupos: los que sabían que tenían madera televisiva y hacían, desde el principio, todo lo posible por ser polémicos y ganarse así un rápido puesto (Aida Nizar es el ejemplo más relevante), hasta los que, conscientes de sus limitaciones, optaban por el premio mediante una fórmula sencilla que consistía en ser lo más soso y apático posible: apartarse de cualquier pelea, dar imagen de buena persona y no hacerse notar demasiado (con lo que se llegó a aberraciones como el insufrible gallego Javito).
Javito "el Intelecto". La m con la a... maaaaa...
Desde la primera edición, los ganadores siguieron fielmente estos moldes: Ismael, Sabrina, Javito, etc. son ejemplos de ganadores insulsos e inmerecidos, a los que la gente votaba porque, de manera sorprendente, el concepto de "buen concursante" se confundía con el de "más discreto". Pero no tan sorprendentemente. La típica hipocresía televisiva y el gregarismo de los espectadores llevaban directamente a considerar malicioso a todo aquel que hacía cábalas en torno a las nominaciones, a ser un "jugador" y, por lo tanto, un falso. Aquí es donde entra en juego el mito del yo voy siempre de cara y de frente (curiosa construcción, equivalente a "yo siempre miro arriba y hacia la parte superior" o "yo siempre bajo y desciendo"). Quien pronuncie esta frase, y como cualquier otro, hablará mal de los demás a sus espaldas y será bocazas y mentiroso por conveniencia, pero intentará salvarse a ojos de los espectadores con esas palabras comodín. El público valora a las personas "auténticas y sinceras" y no gana quien mejor juega, sino el que mejor convive, el más compañero, el más guay... el que menos se le nota que también juega.
Pepe. La sonrisa espontánea y natural de un revolucionario.
Afortunadamente, toda esta hipocresía del "yo no juego, vivo la experiencia" ha cambiado con esta edición. Antes, los "jugadores" se cortaban y el concurso terminaba siendo una pandilla de gañanes pasando las horas muertas en la piscina y sacándose mocos. Pero cuando Gran Hermano estaba a punto de condenarse a repetirse eternamente hasta que no lo viera nadie, ha aparecido el mejor de los concursantes, Pepe, que ha reconvertido totalmente el concurso hasta transformarlo en algo nuevo. Su sinceridad desde el principio al afirmar que es un jugador (nada que ver con quienes juegan igual pero van de "amigos"), demostrando continuamente que esto no está reñido con el compañerismo ni con los modales, ha suscitado un interesante escenario. El programa ya no es unas colonias de verano para niños aburridos, sino toda una guerra, con sus estrategias y movimientos, un juego apasionante y con espectáculo que merece la pena seguir semana tras semana.
Este Gran Hermano es tope divertido.
Pepe ha topado con el resto de los concursantes que querían seguir viviendo del "compañerismo" y el "buen rollo", pero su inteligente discurso, inédito hasta ahora en cualquier edición del programa, ha sido asimilado por el público. Es un excelente jugador y, a diferencia del resto (salvo Dayron, cuya inteligencia le ha alcanzado para cobijarse junto al mejor árbol), es perfectamente consciente de lo que está ocurriendo, de lo que tiene que hacer para ganar. Su lucha es la historia eterna de la sinceridad contra la hipocresía que, en este caso, no alcanza a comprender las dimensiones del asunto y se contenta con nominarlo semana tras semana, confiados en que su "buenrollismo" terminará victorioso, ciegos en su estrategia conservadora e incómodos ante esa nueva forma de jugar.
Este fin de semana ha sido uno de los peores de mi vida. Decepcionado, desengañado y frustrado con las inevitables tendencias del ser humano. ¿El motivo? Ni más ni menos que algo que hasta ahora me había producido una ilusión incomparable. Y sé que puedo ser feliz, porque tengo confirmado que Cañita Brava va a estar en mi fiesta de cumpleaños. No me ha costado demasiado lograrlo, y será toda una sorpresa para los que acudan, que ignorarán hasta que lo vean ante sus ojos quién es el invitado sorpresa. Pero es poco consuelo para alguien que ha estado esperando ansiosamente que el trabajo musical de este gran cantautor fructificara en un disco a la altura de su talento.
El genio, pensativo. No es consciente de lo que han hecho con su obra.
Recibí anteayer la primera grabación de su obra artística hasta el momento (por otro lado, fácilmente conseguible en E-mule). El título no podía ser más prometedor: Los invasores. Y tras una decena de escuchas, las conclusiones son claras: nunca nada ha estado tan lejos de alcanzar las expectativas sugeridas. Cañita Brava ha facturado un disco mentiroso, irreal y muy alejado de su innegable autenticidad. Pero la culpa no es suya, sino de quienes se han encargado de producirlo y grabarlo. Una lamentable confusión entre friqui agradable y simpático y artista ha dado lugar a uno de los mayores fracasos de la historia musical de nuestro país.
Al igual que Josmar, el talento de Cañita Brava es conocido a raíz de sus legendarias actuaciones en El semáforo, programa presentado por Jordi Estadella a mediados de los años noventa. Cañita Brava se ganó los favores del público gracias a la autenticidad que emanaba de todos sus poros: aparecía en el escenario con la única ayuda de unas cucharas con las que marcaba el ritmo de sus melodías, se atrevía con canciones escritas en cualquier idioma, se enfadaba con el público cuando era abucheado (siempre) y hablaba girando la cara hacia el micrófono que tenía instalado en la solapa de su americana. Estos rasgos distintivos le convirtieron en una estrella televisiva cuyo rastro, gracias a sus sucesivas apariciones en la saga Torrente, ha permanecido prácticamente inalterable hasta hoy. Por fin le llegó la oportunidad de grabar un disco como testimonio de su importancia en la exigua escena musical española.
La portada del disco no podía ser más prometedora.
La lista de canciones seleccionadas ya es, en sí misma, decepcionante. Inexplicablemente, faltan muchos de sus temas estrella. ¿Dónde está la canción en suajili? ¿Y el tema japonés cantado al estilo ninja? Ni siquiera aparece la canción en catalán, de memorable letra: bonisei, bonisá, bonipé, bonipai (y es que, como el bueno de Cañita Brava explicó en una entrevista, su fuente de inspiración en este último tema fue el anuncio de Catalana de Gas que decía: Aboni-sen, "Abónese" en castellano). La gran herejía es no haber incluido su mejor canción, la más espectacular, completa y representativa de su estilo: El fugitivo, donde en una inimitable actuación interpretaba la agonía existencial del doctor Richard Kimble, corriendo de un lado para el otro del escenario.
Por el contrario, nos encontramos con un disco plagado de arreglos horteras de teclado, como si una familia gitana con cabra incluida se hubiera decidido a acompañar a Cañita en su periplo como artista. La primera canción, la floja Canción china, ya es indicativa de los dudosos derroteros del disco, y por suerte sus dos minutos escasos de duración son más que suficientes para una sucesión de guanipé, guanipú, guanimei, guanimai que son una muestra cruel de los peores momentos de nuestro músico. Lo mismo podemos decir de la siguiente, la Canción griega, que se limita a cambiar la letra por sekeró, sekeré, selepí, selepá. El disco es un festival de organillos que no vienen a cuento, guitarras eléctricas a destiempo y fuera de contexto, samplers de los cabreos de Cañita Brava en El semáforo y guitarras españolas para que veamos que también puede ser costumbrista si se lo propone. El mayor crimen es que a veces ni siquiera se escuchan sus dos cucharas, elemento característico y definitorio de nuestro artista. Parece que los productores han optado por presentar un disco cool, de broma, vendible para quien se quiera echar unas risas, para todo aquel fanático de Cárdenas y sus seudofriquis payasos. Se nos ha negado el Cañita Brava más auténtico y profundo para entregarnos un producto extraño, decepcionante, entregado a las tendencias de la moda y del momento. Es como mezclar vino con Coca-Cola.
Que Crónicas Marcianas pervirtió todo lo que tocó queda patente en la estética que eligieron para que Cañita Brava visitase el programa.
Ahora bien, como no podía ser de otro modo, el talento de Cañita Brava es demasiado grande como para no dejar muestras de su alcance. Y entre tanta mediocridad, hay temas estupendos como la inconmesurable Espokinllú, uno de sus clásicos de todos los tiempos, aquella que empieza con un grito rockero a más no poder y cuya letra es inevitable transcribir en este artículo: Espokinllú, serengüeinfen sei yu, serengüeinsten cho, weren yu, serengüeinfen gunait, oooh raaai, onanamabeibi, serengüeinsten cho, seregüeinstein cho espokinllú veriweisten sek yu, etc. La obra maestra de Cañita Brava, desgraciada con unos arreglos de teclado que no dejan escuchar sus cucharas y que tan sólo producen irritación. Más adelante, en Tú ya no me quieres, nos encontramos con una melodía fabulosa que sería número 1 de ventas si la cantara cualquiera de los gañanes de Operación Triunfo. En el Twis de esa chica hay, incluso, reminiscencias de los Beatles, ya que el gritito que adorna de vez en cuando la canción parece provenir directamente de I Saw Here Standing There, en lo que es sin duda un homenaje. Cabe señalar, por último, la impresionante Los invasores, que da título al disco, y que entre teclados marcianos y absurdos, y a un inaudito ritmo de reggae, deja colar algunas frases memorables: Suelta a la chica, he dicho que... suelta a la chica, vete a buscarla, al camarote, a ver si la encuentras, estoy haciendo una perdurbuluta (¿?), si no me respondes, aquí se acabó, ¿eh? ¡Fuera! Pero ni estos impresionantes ejercicios artísticos impiden que una lágrima surque nuestra mejilla cuando el disco llega a su fin.
En unos meses, veré a Cañita Brava. Le daré un abrazo y le expresaré mi admiración. Y aun después de este momento mágico, me será imposible pegar ojo cada vez que piense en los artífices de su disco y en la única palabra que puede servir para definir su tarea: canallada.
Todo empieza a mediados de los noventa, cuando un joven nacido en Gerona pretende triunfar en el mundo de la canción y no sabe cómo hacerlo: tiene cosas que contar y un mundo interior, pero la voz no es su punto más fuerte. Decidido a crear algo distinto y auténtico, hace caso a Jordi González (el actual presentador de programas de corazón, que inició su andadura televisiva precisamente criticándolos), quien le dice que lo que debe hacer es potenciar su físico para llamar más la atención. Y aquí es cuando a Josmar se le ocurre su revolucionaria estética, incapaz de dejar indiferente: pelo largo y alisado, una cazadora vaquera con una malla debajo, un tanga y todo ello rematado por dos botas estrafalarias. Su imagen se adapta perfectamente a sus aspavientos, a su inimitable estilo como artista, en el cual su voz, aniñada y quebradiza, no es más que una bendición.
La imponente figura de Josmar quedó realzada con su nuevo vestuario.
Estaba vestido para el éxito, y lo consiguió en poco tiempo gracias al programa producido por Chicho Ibáñez Serrador, El semáforo, cuya existencia nunca agradeceremos lo suficiente. Es abucheado, pierde siempre y la gente se ríe de él, pero al igual que Cañita Brava se convierte en una de sus estrellas. Gracias a los numerosos zappings del resto de las cadenas, logra contagiar su visión de la vida al público masivo, que no puede dejar de tararear su primer hit, Angel Girl, mientras le es imposible apartar los ojos de la pantalla cada vez que Josmar hace aparición.
El impacto de Josmar fue tal que los jóvenes se dedicaban a imitar su estética.
En Cataluña se convierte en un fenómeno de masas cuando Toni Soler, por entonces encargado del espacio Malalts de tele, propone a Josmar como candidato para representarnos en Eurovisión con su nuevo tema, És superfort. Aunque el objetivo no se logra, será esta canción la que aupará definitivamente a Josmar al estrellato: pegadiza, bailable y directa, lo menos que podía hacer era transcribir su letra y su traducción al castellano para los que no dominan el idioma de Carod:
Jo era una ànima en pena, Yo era un alma en pena,
sempre plorant pels racons siempre llorando por los rincones.
Trist, pessimista de mena, Triste, pesimista por naturaleza,
malgastant il.lusions malgastando ilusiones.
Però ja he deixat de ser tímid, Pero ya he dejado de ser tímido,
he descobert la veritat. he descubierto la verdad.
Sóc un home sense límits, Soy un hombre sin límites,
Ara mhe desmelenat! ¡Ahora me he desmelenado!
És superfort, Es superfuerte,
quan la gent em somriu. cuando la gente me sonríe.
És superfort, Es superfuerte,
quan em banyo en un riu. cuando me baño en un río.
És superfort, Es superfuerte,
quan em menjo un meló. cuando me como un melón.
És superfort, Es superfuerte,
quan em fas un petó. cuando me das un beso.
És quan em sento millor! ¡Es cuando me siento mejor!
La vida és una gran sorpresa, La vida es una gran sorpresa,
et xucla com una compresa te chupa como una compresa
La vida és amor i alegria, La vida es amor y alegría,
una party de nit i de dia. Una party de noche y de día.
Lamentablemente, se pierden muchas de las audaces rimas en la traducción al castellano. Pero por fortuna no la mejor de ellas, uno de los versos más inolvidables de la música de nuestro país: "La vida es una gran sorpresa / te chupa como una compresa". Esta canción, con su sencillez, inocencia y frescura, es infinitamente mejor que todos los empachos seudopoéticos de El último de la fila o cualquiera de los bodrios postadolescentes de Los Planetas. Representa la culminación de Josmar como artista, y se intuyen por todas partes los matices autobiográficos: cómo un chico tímido y acomplejado pasa, casi de la noche a la mañana, a ser una estrella. Así que además de un gran tema, es toda una lección moral.
Pasó de sensible y tímido a todo un enamorado de la vida.
Miles de personas empezaron a acudir en masa a las actuaciones de Josmar en plazas, discotecas e, incluso, en la Plaza del Rey de Barcelona, donde congregó a 3.000 asistentes y se convirtió en el heredero de artistas tan divertidos como Lluís Llach, Maria del Mar Bonet o Marina Rossell. E incluso actuó en Birningham, adonde se organizaron autobuses para ir a verlo. Su éxito le hizo publicar, además de un single con sus hits És superfort y Angel Girl -del que se vendieron más de 10.000 copias-, un disco que también incluía canciones como I love You, Gotas de lágrimas, El peor de todos o Cómo no le voy a amar (disponibles todas ellas en Emule).
La constatación del fin: Josmar tratando con Cárdenas.
Se puede decir que Josmar estuvo durante unos meses en la cresta de la ola, pero no supo transformar su mensaje vitalista en algo nuevo que atrajese otra vez al público. Por el contrario, optó por lo fácil y se dedicó a explotar su homosexualismo y su imagen de friqui, aprovechando el creciente tirón de Crónicas Marcianas. Aparte de bolos eventuales en discotecas de dudosa calaña o en fiestas de barrio, y de cada vez más escasas actuaciones por la radio, se convirtió en uno de los seres residuales de Javier Cárdenas y pasó de héroe a bufón. El momento que marca definitivamente su debacle y su perdición como artista se produce en la película Friquis Buscan Incordiar, del propio Javier Cárdenas, en la que le aplican unos electrodos en el culo y van subiendo el voltaje. Sus lloros, súplicas e histrionismo nos muestran que muy difícilmente el sol volverá a salir para Josmar.