Dani Rubio y Risto Mejide
No veo demasiado la televisión. Cada vez que lo hago, entre máquinas de la verdad, presentadores homosexuales de programas del corazón y confesiones dolorosas a media tarde me siento un completo extraño en el mundo que me ha tocado vivir. Sin embargo, últimamente dos personajes han conseguido llamar mi atención. A priori, los dos, por actitudes, pretenden ser diferentes. Lo cual ya es algo que hay que tener en cuenta, visto el panorama.
El primero del que hablaré es Dani Rubio, concursante de la última edición de Gran Hermano. Se considera a sí mismo un transgresor, como dijo en la entrevista que le hizo la cada vez más infumable Mercedes Milà. El fundamento de sus salidas de tono -que básicamente son comentarios homófobos, racistas, machistas o sexuales-, aquello que él intenta que le legitime, es una supuesta cultura que trata de demostrar constantemente mediante el empleo que hace del lenguaje. Un empleo que por amanerado y pedante igual cuela entre los infraseres a los que van dirigidos mayormente la televisión, y que en realidad es simplemente un discurso confuso, de mucho barniz barato, como el de un estudiante de primer año de filología que quiere que se le note, al que se le ve el plumero en cuanto repite por quinta vez en un minuto palabras como "evidenciar". Un lenguaje más pretencioso que culto, más aburrido que interesante, más ridículo que admirable.
Y de todos modos no habla con soltura y en las entrevistas que le he visto hasta el momento, parece absolutamente incapaz de responder con concisión y fluidez a las preguntas estúpidas que le hacen los "periodistas" de Salsa Rosa, por ejemplo, lo cual tampoco sería muy difícil. Por el contrario, su voz nasal y poco clara se pierde en frases incoherentes y redundantes que pocas veces terminan antes de que le pregunten otra cosa. Por este motivo, le auguro muy poco futuro en la televisión. Y no por su papel, que tampoco es nada del otro jueves. El contenido de su discurso es francamente patético por su poca sustancia. Si ser transgresor es decir que los homosexuales son seres inferiores, mis amigos del bar dicen lo mismo y de una manera mucho más directa y precisa.
Pero dejemos ya al adoquín anterior, que sospecho que acabo de escribir el mayor número de líneas que le dedicarán jamás, para centrarnos en un personaje mucho más interesante: Risto Mejide, el flamante nuevo miembro del jurado de ese programa musical (por llamarlo de algún modo) que es Operación Triunfo. Su aspecto llama la atención a primera vista: es como una especie de Santiago Segura con algo más de pelo y muchos menos quilos, siempre tocado con unas gafas de sol y una chaqueta de motorista. Si hasta ahora los jurados eran personas en el mejor de los casos mediocres, que nunca tenían nada interesante que decir y cuya única trascendencia de sus comentarios era saber si el cantante estaba nominado o no, con su llegada el programa ha dado un giro radical.
Pero hija mía, ¿dónde vas con esa cara de mendrugo?
Risto es, dentro de los límites posibles, auténtica subversión. No se salva nadie, ni siquiera esa mafia de sudamericanos en la que se ha convertido la "academia". Trata a los concursantes como lo que son, directamente productos, y les recuerda una y otra vez lo lejos que están de ser artistas. Sus palabras no dejan lugar a la duda. Se ha acabado el buenrollismo y las palmaditas en la espalda, lo verdaderamente gratificante es ver a un tipo echándole las vergüenzas en cara a unos incultos que no tienen ni idea de música pero que sin embargo quieren servirse de ella para ser famosos. Sólo veo las partes de las nominaciones y lo que me molesta es que Risto no se encargue de todos los veredictos, considero lo demás innecesario.
Parece como una especie de reforma dentro del pelelismo que ha sido habitual en el programa a lo largo de los años. Él insiste en la importancia de que la música sea en directo, también los instrumentos, de cara a una mayor autenticidad. Esto no parece demasiado, pero en comparación con los años anteriores ya es mucho. ¿Veremos alguna vez concursando a grupos de rock? Por el momento, me conformo con contemplar a esos gañanes tragándose cada lunes su dignidad y evidenciando (dicho sea este verbo en honor a Dani Rubio) su condición de marionetas entregadas al juego de la televisión.
5 comentarios
david aguilar -
Mr. Glasshead -
Civ -
Me pasa lo mismo que a Galoy y, como no veo la tele, poco sé de estos personajes, sólo del segundo de oídas. Y hablando de oír, deberías de dedicarle un post al programa matinal de Los 40, Anda ya, que es lo más vomitivo e imbécil que te puedes echar en cara (haz la prueba, escúchalo sólo un día y verás como hasta Pablo Motos te parecerá gracioso a su lado). Siento la salida de tono, pero parte de mis compañeros de trabajo (la parte gilipollas) han decidido de manera irrevocable poner dicho programa cada mañana y amargarme el día, así que uso tu blog de rincón de desahogo, jeje.
Saludos!
Mr. Glasshead -
Yo tampoco veo mucho esos programas, pero esos personajes me gustaron porque al menos intentan proponer algo distinto. Lo de los sudacas de OT no tiene nombre, y lo de los idiotas de los concursantes, tampoco (aunque me temo que responden al perfil medio español).
A Mercedes Milà le dedicaré más adelante un artículo. Sus documentales "de impacto social" y sus intervenciones en la gala de Gran Hermano deberían pasar a la historia.
Por cierto, ya he puesto un enlace a su blog Diario Mamotreto, algo que imperdonablemente no había hecho antes.
Un saludo!
Galoy -
Va a ser que voy perdido con este dúo de personajes que mencionas, no sigo ninguno de los dos programas, y sólo he visto algún pedazo de resumen que se me ha colado. Operación Analfabeto me parece especialmente vomitivo, sobre todo cuando la profe gorda, sudaca e inepta quiere imponer su sonrojante criterio a los concursantes, chillando como una borrega. Es lo peor. La verdad es que los concursantes tampoco le van a la zaga, en un resumen pude contemplar perplejo como el concursante gitano aseguraba desconocer la existencia de figuras musicales ultra-famosos como Serrat. Creo que es difícil encontrar a alguien tan sumamente analfabeto como para no haber oído hablar jamás de Serrat. Lo peor es que, encima, este tío pretende dedicarse a la música, y casos tan vergonzosos como éste deberían ser descartados automaticamente en el acto. Ahora, a ver quien tiene pelotas a decirle algo, que se te planta allí toda la familia y no veas la que te montan.
Ah, y nunca mejor dicho lo de: "la cada vez más infumable Mercedes Milà". :)
Un saludo Mr. Glasshead!!