Cásper
El viernes por la noche se hace extraño cuando un amigo te dice que ha quedado con un tipo que ha conocido en el chat del móvil. Te dice que será divertido. Y mientras tratas de encontrarle la diversión al asunto, estás sentado con tus dos amigos en un bar de copas, imaginando a la persona que en un momento cruzará la puerta. Tiene treinta y cuatro años y su mejor recurso un fin de semana es salir con alguien que ni siquiera conoce personalmente. Lo único que falta comprobar es el nivel de degradación humana que alcanzará.
Entra bastante tarde. Respiro porque, a primera vista, parece un tipo bastante normal. Alto, peinado con raya al lado y abundancia de gomina. Gestos tranquilos, charla reposada y un vestuario corriente me llevan a pensar que quizá me he equivocado en mis suposiciones. Entonces empieza a hablar.
Lo malo de las chicas del chat es que no valen nada. Hay demasiada incultura y falta de educación. Algunas están siempre ahí conectadas. Tienen muchos problemas y a veces te metes en un lío.
Aquel tipo en el momento de entrar en el bar donde estábamos.
Poco a poco desgrana su discurso.
Yo he estudiado económicas. Tengo dos trabajos. Uno de ellos es de inversor. Trabajo para Rumasa, que ahora mismo está comprando todo tipo de negocios.
Según creo, Rumasa desapareció hace años. Sin embargo, él está en su salsa y ya no puede parar. Se dirige a mi amigo, propietario de una pequeña cava, y le habla lentamente, con tono oculto y misterioso.
Ahora mismo estamos buscando comprar una cava. Pero tiene que ser algo de mucho peso. Si lo sabes, cuéntamelo. Pero no se lo digas a nadie. Estamos hablando de mucho dinero y es algo muy secreto.
En mi pueblo hay registradas doscientas cincuenta y cinco cavas. De ellas, sólo dos pueden considerarse de mucho peso. El tipo está hablando de comprar una como quien compra una manzana en un supermercado.
Pero continúa ofreciéndonos lo mejor de sí mismo.
Tengo el título de Caballero de la Corona de Aragón. Te lo dan cuando haces algo importante, como por ejemplo vender un castillo o cosas así. Yo conseguí ser el intermediario de una operación de venta de un castillo, por parte de una mujer que lo había recibido de herencia. Ese título me sirve para no tener problemas con ningún guardia civil de España y además para acceder a cualquier ministro o cargo de poder cuando me sea necesario.
Esto último me ha hecho gracia, así que decido darle una oportunidad.
Has dicho que tenías dos trabajos. ¿Cuál es el otro?
Y él me responde clavando en mis ojos una mirada solemne, mientras exhala lentamente una densa nube de humo de su cigarrillo:
El otro no puedo decirte cuál es.
No vuelvo a dirigirle la palabra en toda la noche.
Nos vamos. El tipo no sólo no hace ademán de invitar a las copas, sino que ni siquiera paga la suya. Entramos en una discoteca. Una vez allí, le digo a uno de mis amigos:
Ese tío me parece un auténtico gilipollas.
¿Ah sí? Pues le canta el alerón que no veas.
Horas después, cuando volvemos a casa, mi amigo, el propietario de la modesta cava, me dice:
¿Has visto? Siempre va bien conocer a gente nueva. He invitado a ese tío a visitar mi cava. Está bien tener conexiones con gente tan importante.
8 comentarios
Mr. Glasshead -
Y lo del chat, ten encuenta que no es el chat normal, es el del móvil, y por los ejemplos que he podido comprobar gracias a mi colega, o ha sido demasiada mala suerte o realmente hay ahí una degeneración palpable.
bofifa -
Sobre lo del chat, tampoco me parece para tanto. La gente se siente sola, en realidad, en esencia, no me parece tan tan diferente a escribir un blog, como todos los que hablan de forma gratuita aquí. Y puede haber de todo, cualquier colgao o gente más normal que tú y que yo, cuestión de suerte, imagino. Es como eso de que no se pueda encontrar tías guays en una discoteca. Lo jodido es encontrarlas en general y que estén dispuestas a liarse contigo.
Mr. Glasshead -
Lucinda -
Mr. Glasshead -
Civ -
Mr. Glasshead -
Rutenman -
Después, me gustaría destacar también tu labor de desenmascarlo y, más tarde, brindárnoslo en forma de post. Se lo merece, por fantoche.