Otro típico post sobre Odio
Ha terminado Odio, la serie dibujada por Peter Bagge. Acabo de leer hace unas horas el último número. Impresionante, de los mejores, aunque es difícil encontrar altibajos a lo largo de toda la serie. Se trata, sin duda alguna, ya no sólo de la obra maestra de Bagge, sino de uno de los mejores cómics que se han creado nunca. Voy a echar de menos rebuscar siempre en el apartado de comics de Bagge por si ha salido el último.
El primer número: el principio de la leyenda.
Empecé a leerlo a finales de 1999. El personaje principal, Buddy Bradley, me ha acompañado desde entonces. No sólo en Odio, que explica sus experiencias desde que se traslada a Seattle, sino también los dos tomos de Buddy y los Bradley, quizá más descacharrantes pero, en sus últimas aventuras, igual de profundo y maduro que el resto de la serie. Me doy cuenta de que nunca dejo de recordar innumerables escenas extraídas de sus páginas: la fiesta en casa de los padres de Jay, la primera cita con Val, la aventura del grupo grunge, las extrañas manías de George... Y me dan ganas de explicar lo que para mí ha sido siempre el gran secreto de esta obra.
Una escena para el recuerdo: Leonard y los dioses del amor.
Estoy harto de leer que se trata de un "retrato generacional de la juventud de los 90". Para nada. O en todo caso, esto es un efecto secundario. Creo que Odio es en realidad la representación más realista y profunda de la madurez que nunca se ha plasmado en cómic. Sus páginas respiran vida. Es imposible no identificarse con Buddy puesto que, como ser humano, abunda en miserias y en inquietudes que alcanzan a todos. La vida sucede en sus historias con la misma parsimonia de la realidad: personas que son importantes en un momento determinado, que desaparecen y que luego regresan cambiadas para ocupar otro lugar diferente; ambientes distintos a medida que se madura (y es que Buddy, hacia los últimos tomos, no frecuenta las fiestas salvajes a las que nos tenía acostumbrados en los primeros: su misantropía lo convierte en, prácticamente, un ermitaño). Los personajes están vivos porque evolucionan de una manera creíble, a igual ritmo que la vida misma. Bagge cambia desde la tendencia al gag de la vida del Buddy de instituto con su familia a una lectura no tan efectista, pero que deja un sorprendente poso de realidad en sus lectores.
Esta actitud desafiante, agresiva y hostil se ha transformado, con el paso de los números, en una madurez reflexiva y activa.
Y he aquí lo que ha sido la gran habilidad de Bagge: captar algunas de las pautas de la psicología humana y, sobre todo, su relación con el transcurso del tiempo y la vivencia de experiencias. Y lo ha hecho de una manera fresca y divertida, cínica, distanciada y, por ello, mucho más disfrutable y reconfortante.
Así que otro admirador ha escrito otro típico post sobre las virtudes de Odio. Pero debía hacerlo: me ha proporcionado demasiadas satisfacciones. Es una lástima que se acabe. Seguiré leyéndolo hasta que los tomos queden desgastados por las relecturas.
6 comentarios
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