Old people
Te voy a dar tu premio por haberte conseguido colar en el médico.
Es el caso, por ejemplo, de los ambulatorios. El 90% de los pacientes son viejos de la peor calaña, y atestan la sala de espera porque les gusta pasar allí la mañana por hacer algo. Como se aburren en su casa, y puesto que es común en ellos una agonía egoísta que no saben dominar, suelen aparecer una hora antes de la hora de visita que tienen asignada. Eso hace que las salas estén enseguida repletas de viejos que hablan de sus dolores. Pero hay casos peores, y lamentablemente no infrecuentes. Un viejo consiguió que desde que él llegó a la sala, todo el mundo -incluido yo- esperase su visita justo al lado de la puerta del médico. ¿El motivo? Sus claras intenciones de colarse en cuanto tuviera la posibilidad, algo totalmente factible a pesar de que la lista de espera tiene marcado un orden claro, si el viejo es un liante y el médico prefiere hacerlo pasar a discutir con él. Y tampoco es raro que vayan allí ya directamente sin hora de visita, confiando en la benevolencia del médico. Esta agonía es, además, bastante absurda si uno se pregunta qué cosas tendrá que hacer un pensionista a lo largo del día que le empujan a querer ser siempre atendido el primero.
Peor aún son los transportes públicos. La educación brilla por su ausencia en cuanto se reúne un grupo de viejos, que empujan, insultan y se ponen de los nervios en cuanto se suben a un autobús o a un tren y tienen que conseguir un asiento. Consideran los transportes públicos como algo de su propiedad, así que no se cortarán a la hora de estirar el brazo y plantarlo en la cara de cualquiera para abrir una ventanilla, empujar y atropellar para entrar o salir rápido, o incluso imprecar a alguien porque no les cede el asiento. En los transportes públicos hay miles de ejemplos de su agonía característica: cuidado con levantarse para dejar salir a quien está a nuestro lado, porque enseguida podremos ver a un viejo que, ignorando que hacemos ese gesto por cortesía, irá clavado hacia nuestro asiento para ocuparlo. Y también ojo con los viajes a larga distancia en tren. Aunque los asientos están perfectamente numerados, ellos seguirán adoptando la mecánica del autobús y colapsarán los pasillos y generarán nerviosismo y crispación para ocupar un asiento que ya les pertenece. Además no hay nada peor que un tren se detenga mucho rato por un motivo indeterminado: los viejos comenzarán a imprecar primero contra los trabajadores; luego, contra Renfe; luego, contra el Estado. Y harán insoportable una espera ya de por sí irritante.
Viejo endomingando dando los últimos retoques a su endomingamiento.
Y aparte, son sucios. No tienen sentido de la higiene. En los clubs sociales de ancianos, es necesario colgar carteles en los lavabos donde se pide que no escupan en el suelo. Es común el ejemplo de viejo endomingado que deja a su paso un olor que es mezcla de colonia y de sudor de tiempos inmemoriales. O el aire rancio que levanta una señora en su camino excitado hacia la caja del supermercado. Con esto termino el artículo, deseando tener la habilidad suficiente para no ponerme a esperar nunca en una cola que tenga a un viejo antes que yo. Inevitablemente, la cola se detendrá en cuanto le toque su turno, porque van muy lentos, son suspicaces y preguntan mil veces por cualquier tontería y, en definitiva, no se enteran de nada.
5 comentarios
iuri -
Mr. Glasshead -
Navis -
Civ -
Dr Zito -
Viejos que empujan en el metro , mal educados? Jovenes mal educados que no dejan sitio. En eso si que tiene razon. España es maleducada.