Pere
Pasa todo el día solo. Es fácil coincidir con él, a lo largo del día, en cualquiera de los restaurantes o bares que abundan en el pueblo. Muchas veces, mientras tomo el aperitivo, lo veo entrar, sentarse en una mesa y comer el menú del día mientras da cuenta de una botella de cava. Hasta entonces, ha estado desde las diez de la mañana recorriendo los bares y bebiendo cerveza sin parar. Nunca le acompaña nadie y no hace el menor esfuerzo por comunicarse, más allá de pedir a los camareros.
Su aspecto es bastante peculiar. De unos treinta y cinco años, bajito, con una barriga importante y unas melenas negras descuidadas y grasientas, también le caracterizan unos pantalones de gimnasia cortos rematados con unas zapatillas de estar por casa y unos calcetines negros estirados a lo largo de la espinilla. Aunque su ruta de bares a lo largo del día es inexorable, y aunque su condición alcohólica cuando llega la noche debe de ser considerable, nunca le he visto molestar a nadie. Se limita a mirar al infinito, fumar un cigarrillo y terminar con su cerveza, sabiendo que aún le quedan muchas más por delante.
Hace esto cada día, de lo que puede deducirse que su mundo de relaciones sociales no es demasiado amplio. Quizá es pensionista o vive de rentas, por lo que puede permitirse ser un ermitaño dentro de la civilización. La última vez que lo vi, la chica que me acompañaba dijo que estaba segura de que padecía una depresión, de que no era normal. Los únicos motivos para que llegara a esta conclusión eran su más que evidente desapego social y su aspecto, tan desaliñado y repulsivo para algunos, honesto y auténtico para mí.
Algún día me gustaría buscarle conversación a Pere. Sentarme a su lado, pedir una cerveza e intentar indagar en su visión de la vida, que yo intuyo fascinante. Poco a poco se ha convertido en uno de mis ídolos: un perdedor que arrastra su fracaso con dignidad, alardeando incluso. Un disidente social que, ajeno a cualquier pose o pretensión, se limita a ser como es. Habrá quien se ría de él, quien lo considere ridículo, pero me da que con su sola presencia es Pere quien se carcajea en nuestras narices.
Me fastidia que engendros como éste sean el prototipo de prestigio social.
Su aspecto es bastante peculiar. De unos treinta y cinco años, bajito, con una barriga importante y unas melenas negras descuidadas y grasientas, también le caracterizan unos pantalones de gimnasia cortos rematados con unas zapatillas de estar por casa y unos calcetines negros estirados a lo largo de la espinilla. Aunque su ruta de bares a lo largo del día es inexorable, y aunque su condición alcohólica cuando llega la noche debe de ser considerable, nunca le he visto molestar a nadie. Se limita a mirar al infinito, fumar un cigarrillo y terminar con su cerveza, sabiendo que aún le quedan muchas más por delante.
Hace esto cada día, de lo que puede deducirse que su mundo de relaciones sociales no es demasiado amplio. Quizá es pensionista o vive de rentas, por lo que puede permitirse ser un ermitaño dentro de la civilización. La última vez que lo vi, la chica que me acompañaba dijo que estaba segura de que padecía una depresión, de que no era normal. Los únicos motivos para que llegara a esta conclusión eran su más que evidente desapego social y su aspecto, tan desaliñado y repulsivo para algunos, honesto y auténtico para mí.
Esta clase de tipos son mis verdaderos héroes.
Algún día me gustaría buscarle conversación a Pere. Sentarme a su lado, pedir una cerveza e intentar indagar en su visión de la vida, que yo intuyo fascinante. Poco a poco se ha convertido en uno de mis ídolos: un perdedor que arrastra su fracaso con dignidad, alardeando incluso. Un disidente social que, ajeno a cualquier pose o pretensión, se limita a ser como es. Habrá quien se ría de él, quien lo considere ridículo, pero me da que con su sola presencia es Pere quien se carcajea en nuestras narices.
4 comentarios
Mr. Glasshead -
Y yo también creo, Engelson, que tendrá una buena conversación. Me da la impresión de que quien llega a esa determinación ha reflexionado profundamente sobre por qué lo hace. Me parece que como alguna vez entre en el mismo bar en que esté yo, y me pille con alguna copilla de más, me lanzaré (joder, parece que esté hablando sobre ligarme a una chica, y en realidad es un friqui, qué mal estoy).
Crispita, no te me enfades por este último comentario, eh? ;-) Y además tú serás la primera en enterarte de lo que sea que Pere guarda para sí mismo.
engelson -
En cuanto a las fotos (lo siento, tengo que comentar algo)
-El primer tio: viéndole bailar y sabiendo que se presentó a Mr. España...no sé donde vamos a llegar.
-El segundo: Esa nariz con ese peinado y esa sonrisa...joder, me cae bien. El tipo de persona que merece que le toque la primitiva.
Civ -
Crispita -
Besis!
PS: Pero luego nos lo cuentas, ¡eh!